
Luego de un desafortunado “cambio de personal” tuve que renunciar, pero para mi sorpresa, se cumplió la regla del “No hay mal que por bien no venga” (gracias destino).

La señora con la que compartía mi trabajo, una señora muy correcta y amable, la pastelera, la “dulzura en persona”, había dejado su lugar de trabajo por mi causa, porque no “soportaba permanecer cerca de gente enferma de la cabeza”. Al parecer, realmente estaba convencida de que yo padecía un serio problema mental, no importaba cuánto énfasis pusiera yo en explicar el significado de “moda”, “subcultura”, o lo mucho que me enoje aclarando “Señora, es ropa, ¿por vestirme estoy loca?”.

Cuesta entender, pero así ha de ser. Lo siento mucho por ella, si tanto le espantan los vestidos, no quiero saber cómo será en con otros temas aún más tabú. Por el momento, sólo tengo para agregar, que aunque tengo mis altibajos, soy muy consiente de mi salud mental, y el lolita es parte de una camino de amor y estima hacia mi persona. Gracias por su opinión pero: ¡No señora, NO estoy Loca!